“Un hombre es el que toma, huele a tabaco y a mujer y alza un saco de más de 200 libras”
(Alvarado: 1993)
Como en la bibliografía no aparece ningún Alvarado, hemos de suponer que se trata de uno de los obreros que fueron objeto de entrevistas para un estudio que en su origen fue solicitado por el propio Sindicato de Trabajadores Marítimos, Ferroviarios y de Muelles.
Hay otra cita del mismo Alvarado, nuevamente sobre la "masculinidad" necesaria para ese trabajo: “No era cualquiera el que se quedaba en el Muelle. Era un trabajo de hombres”
(Alvarado: 1993).
En definitiva, las citas son muy descriptivas, pero no únicas de Costa Rica, ni de Centro América. En todas partes se repitieron frases similares, o idénticas.
Sin embargo, el tabaco asociado a lo masculino quedó sobrepasado en su momento por la amplia aceptación de su consumo entre las mujeres de todo el mundo a partir de mediados del siglo XX, y en algunos sitios un poco más tarde, si bien es cierto que nuestras formas tradicionales (sin tragarse el humo, mediante puros y pipa) no han sido el vehículo preferente.
Podríamos reflexionar igualmente sobre eso de "oler a mujer" (¿los perfumes?). El desequilibrio semántico es evidente. A partir de un momento dado, se podría haber invertido la frase y decir: «Una mujer es la que huele a tabaco y a hombre...» pero quizá eso nos conduzca a un imaginario distinto.
En cualquier caso, el tema de los olores a tabaco -con su apreciación positiva o su rechazo vehemente- es todo un tema de permanente actualidad entre los fumadores. Por eso vamos a crear una etiqueta correspondiente.