Hoy el Gobierno de Canarias ha decidido que, a partir de unas horas, se prohíba levantarse la mascarilla para fumar en espacios abiertos públicos, aunque no se hace otro tanto para beber café, alcohol o lo que quiera qué.
Cuando una persona habla sin mascarilla mientras toma un café o una cerveza en una terraza, tiene las mismas posibilidades -o incluso más- de hacer dispersión de partículas de saliva en forma de aerosol en el entorno, que la de un fumador al exhalar el humo. Y en particular los fumadores de puros o pipa nunca lo hacemos con fuerza, sino con delicuescencia.
Apelar a razones coronavíricas para justificar esa prohibición particular transitoria es un engaño en toda regla.
No se pueden aducir argumentos como que el humo molesta a las mesas cercanas, porque eso no tiene nada que ver con la pandemia. El peligro de tener la mascarilla bajada no es exclusivo del acto de fumar y de hecho se permite y alienta para activar la actividad en hostelería.
Eso de estar "un poco más libre de humos" es de una majadería supina. Cuando prohíban los coches contaminantes hablaremos.
El argumento pseudo-científico de que el humo exhalado (pero no el aire exhalado al respirar o hablar) puede ser transmisor del coronavirus solo puede ser obra de publicistas de pago (o de científicos mercenarios).