Ni hablar de cepos

La palabra "cepo" puede tener un sentido y semántica adecuados en el interior de los talleres o galeras donde se fabrican los cigarros puros.  Puede incluso que algún vecino cercano a dichos talleres o familiares próximos a sus trabajadores entiendan qué significa esa palabra y, sobre todo, cómo traducir sus cifras.



Pero fuera de la fábrica, no tiene sentido alguno.  En el terreno comercial mundial, es solo fatuidad y una "feria de vanidades" hablar de ese modo.

No sabemos a quién se le ocurrió la peregrina idea de que los cepos de puros se midieran en pulgadas.  No sabemos si fue en Cuba.  En Canarias el tránsito al sistema decimal también fue lento:  hasta no hace tanto aún había gente que iba a la plaza y compraba la carne por libras, y hablaban de millas para explicar las distancias.

Además, como obreros, sabemos que tenemos que estar siempre pensando en los dos sistemas, cuando hablamos de pasos de rosca de tuerca, largos de clavos y tantos otros objetos...

A los obreros no nos extraña, por tanto, que nos hablen de una tubería de 3/4 (de pulgada).

Pero que, entre fumadores normales y ajenos a las fábricas tabaqueras, se declare el grosor de un puro en medidas de cepo es absolutamente contra-intuitivo tanto para aquellos que usamos el Sistema Métrico Decimal como para aquellos que siguen empleando las pulgadas.

No revela en absoluto ni conocimientos ni sabiduría.  Probablemente lo que muestre es los niveles de presunción y estulticia del hablante.

De un oyente canario medio probablemente no habría que esperar ningún comentario, pero seguro que sí un pensamiento no verbalizado: "¡yah, coño, vaya enterado este!"

Un español medio espetaría: "Hostias, ¿no puedes decir 13 milímetros y se acabó?"

Pero lo mismo pasaría con aquellos que siguen usando el Sistema Imperial Británico y sus pulgadas y pies y yardas.

De un inglés medio se podría esperar algún comentario mordaz.

Si, en cambio, un norteamericano medio preguntara por el grosor de un panetela y se le respondiera "cepo de 33".  En vez de decirle "una media pulgada", se le dijera "tiene treinta y tres sexagesimocuartas partes de pulgada", el hablante recibiría tal patada en las posaderas que llegaría de una volada a Guantánamo, pero no a la parte cubana, sino directamente a una de las jaulas humanas norteamericanas que siguen manteniendo los yanquis en esa isla, donde, por cierto, podría ser conveniente que permaneciera hasta que la Patria de Martí y Fidel recupere la soberanía efectiva de ese territorio escamoteado.

Esperamos que los cubanos decidan eliminar radicalmente los cepos basados en pulgadas y los pasen a milímetros.  Entonces podrán hablar con propiedad universal y directamente entendible del grosor de sus puros, sin tener que hacer conversiones raras.  Su ejemplo sería fundamental para que se universalizara la norma decimal.

Mientras tanto, nosotros NO vamos a usar esas medidas, por una parte porque son incomprensibles, y porque la mayoría de los puros que se fabrican en el resto del mundo no indican cual es su grosor.

Seguiremos un procedimiento directo y bien comprensible: sacaremos el más barato de nuestros calibres (pie de rey) y mediremos directamente el grosor en milímetros y eso es lo que pondremos en las fichas.